miércoles, 1 de diciembre de 2021

Como es tu casa?

 


A Almudena Grandes, especialmente a su personaje
 la abuela Soledad, de la novela 
"Malena es un nombre de tango"
 que bastante tiene que ver con esto








Como es tu casa?
Leí los otros días una frase que decía: “En casa de derechas, hay productos de limpieza; en casa de izquierdas, libros.” Y más allá de cierto tono casi de agravio, o peyorativo, tiene cierto sentido de lógica. Lógica porque desnuda el sentido profundo de quienes allí habitan. Sin ánimo de generalizar, porque obviamente no siempre es así, no quiere decir que quien es de derecha sea menos preparado, menos “inteligente”, y quien es de izquierda más “cultivado”, más “sabio”. Es simplemente que quien es de izquierda tiene una tendencia innata a indagar, a cuestionar, a buscar soluciones distintas a las que, a ojos vista, lleva cada día a una situación peor para las grandes mayorías. Por el contrario, quien es de derecha está feliz del mundo en que vive, cree que es el ideal, y la figura de los productos de limpieza, más que primordialmente signifique limpiar todo aquello que se pueda corregir para mejorarlo (aunque muchos puedan pensar sinceramente que ese es el objetivo) lleva implícito el desdén, el miedo a todo aquellos que no están de acuerdo con ese mundo que ellos defienden. Que esta figura lleve implícito muy dentro un cierto afán de totalitarismo, es casi una verdad de Perogrullo.
Sin embargo, siempre se asocia el totalitarismo con la izquierda. Porque ocurre esto? La respuesta es demasiado obvia en la historia de todos los totalitarismos de izquierda en todo el mundo. Pero esa es una respuesta superficial. Como es posible que, si aquel que es de izquierda es quien en principio tiene más conciencia social, mayor interés en el bienestar de sus semejantes, termine siempre deviniendo en un totalitarismo que termina siendo algo totalmente contrario a lo que sus ideas propugnan?
La respuesta me viene, y sin el menor ánimo de pedantería, o de creerme más inteligente o más capaz que nadie, tal vez de una inclinación innata a observar, a analizar las actitudes o motivos de la gente (me resulta casi divertido, en las redes, como a través del más mínimo comentario, de las respuestas más ínfimas, ser capaz de presentir cuando esta es limpia, honesta, sin segundas intenciones –aunque supongo que les pasa a muchos, pero a veces es una intuición que asusta-)
Desde muy adolescente iba con mi padre ( una especio de filo-peronista de izquierda, aunque tal vez no claramente definido) a casa de un abogado –el único desaparecido que conocí personalmente- que hasta el 74 se dedicaba a defender presos políticos, pero cuando presintió como venía la mano, se alejó de todo eso, aunque seguramente figuraba en la agenda de alguien, y eso le costó.
En esa casa se reunían siempre toda clase de intelectuales, músicos, artistas, todos, absolutamente todos de izquierda, marxistas, leninista, trotskistas, aunque ninguno abiertamente subversivo (aunque probablemente, alguno haya habido). Y cuál era la característica casi común a todos ellos? Que todos estaban fuera de los partidos, sea comunista, socialista o lo que fuera.
Y así fui conociendo, a lo largo del tiempo, a muchos auténticos izquierdistas, gente honesta, sincera, comprometida, que invariablemente guardaban esa característica: estar fuera de los partidos (de izquierda, se sobreentiende). Si alguna vez fueron afiliados, terminaron alejándose. Pero conservaron sus auténticos ideales.
La razón de estos alejamientos es muy simple, y tiene que ver con esa falsa dicotomía que intentan vendernos desde siempre para engañarnos –aunque muy en el fondo siguen existiendo-.
El mundo, en su gran mayoría, está regido por las estructuras de la derecha. Y los partidos políticos son parte de esa estructura, que no es más que un engaño para las masas. Cuando una “ideología”, por más revolucionaria que sea, se aglutina para formar un partido político, ya está siendo deglutida por esa estructura que supuestamente quiere modificar. Y termina degenerando en eso que, así se quiera atribuir a la autodefensa o al temor, es el objetivo final de una estructura de ese tipo.
La estructura que rige el mundo se basa en valores que están muy por encima del ser humano. El poder, el dinero, el sexo, la propiedad, la ley, están muy por encima de él. Aquellas personas que son, por llamarlas de alguna manera, “revolucionarios” que trabajan y luchan por subvertir este orden antinatural, los realmente auténticos, pretenden crear un mundo donde el ser humano sea el valor central, donde todos los demás valores estén supeditados a él.
Por eso existe el anarquismo, que si en un tiempo fue identificado como destructor, tira bombas, el verdadero anarquismo es aquel que pregonaba –y nunca me voy a cansar de citarlo- Giovanni Pappini: “ Para que el anarquismo sea posible, deberíamos ser todos justos.” Por eso existe el Humanismo. No así el liberalismo que, mal que le pese a muchos, es más de lo mismo.
Si algo es necesario para corroborar todas estas especulaciones, no hace falta más que ver la mayor mentira de la historia que estamos viviendo en estos días.
 O no esta acaso el mundo entero, regido casi absolutamente por gobiernos de derecha, complotado contra el ser humano –con la complicidad de la iglesia, que no es más que otro brazo de la gran farsa que nos rige- para llevarnos hacia un mundo de comunismo global absolutamente totalitario?
Esta farsa que vivimos ha hecho caer todas las caretas, de todas las mentiras que nos han contado a lo largo de la historia.
 Los auténticos despiertos tenemos que empezar a ser conscientes de estas realidades.