martes, 14 de julio de 2015

DEPORTE Y CULTURA

Uno es futbolero de alma, de nacimiento, fanático, y entiende perfectamente que el deporte es una parte muy importante de nuestra cultura. No es sólo una cuestión de esparcimiento, de distracción, de pertenencia. Y es muy difícil ser futbolero en un país donde… la mayoría de sus jugadores no lo respetan como deporte, donde la mayoría creen que sus rivales son enemigos, que van todos a cada pelota como si fuera la última, y si entre ellos y la pelota se interpone un rival… no importa, no existe, si se le pega, si se lo parte… son “gajes del oficio”, “lo importante es ganar… como sea” y “filosofías” por el estilo. Uno ama el futbol como deporte, y como deporte el rival, es un rival, no un enemigo, no alguien “a eliminar”. Uno ama el deporte y entiende que como tal, en el deporte hay reglas, hay jueces que aplican esas reglas, y hay que respetarlas para que el deporte pueda ser tal. Y tal parece que en el futbol, eso no es así, lamentablemente. Ni para los protagonistas, ni para los jueces, ni para los dirigentes, ni para el público mismo.
Y viendo los Juegos Panamericanos de Atletismo, uno no entiende: los futbolistas, son de otro planeta?  O de otra forma: los atletas, son de otro planeta? Porque los atletas también compiten, los atletas también tienen rivales, sin embargo, las cosas se viven totalmente de otra manera. O mejor dicho, tal como debería ser.
Veamos: en un juego final, en rugby- seven, Argentina- Canadá. El juez principal del partido… un argentino!  Esto sería impensable en el futbol. Ni siquiera las propias autoridades de la disciplina lo aprueban, el árbitro tiene que ser de un país neutral. Por qué? Acaso en el futbol un juez no puede ser capaz de aplicar las reglas, tal como son, no importa contra quien, no importa a quien “perjudiquen”?  En dicho partido, un jugador argentino comete una falta y el árbitro lo expulsa, como debe ser, y siendo un juego de 7 jugadores en una cancha para 15, esto es una ventaja enorme para el rival. Pero la falta existe, y punto. Argentina tuvo que jugar, durante el período de la expulsión, con un jugador menos, y así y todo, pudo mantener el marcador.
Uno se puede preguntar por qué existe esa filosofía tan distinta entre algunas disciplinas. Porque no es sólo en las disciplinas más individuales, sino también en las colectivas.
En las disciplinas  individuales, uno compite, uno quiere superar a sus rivales, quiere ganar también, y para eso compite. Pero más que los otros rivales, el primer rival es UNO MISMO. Uno puede no ganar, puede salir último incluso en la clasificación, pero haber superado aún así su mejor marca, por lo que también hay alegría. Esa es la primera esencia del deporte: superarse a sí mismo. Luego vendrán los rivales, pero primero… está uno mismo.
Esta filosofía, sin embargo, se encuentra de la misma manera en los deportes colectivos, tales como el rugby, el futbol mismo, los rivales son rivales, pero no enemigos. Existe algo que no existe en lo que es el futbol simplemente: el respeto por el rival. Y creo que sería una simplificación tonta decir que la diferencia, con el futbol profesional, es la plata.
Y aunque obviamente, la plata influye, y ensucia todo lo que toca, creo que el problema es mucho más profundo, es un problema que parte de la educación. Sin lugar a dudas, el atleta, el deportista que se dedica a estas disciplinas  (lo cual  se realiza desde edades muy tempranas en general) recibe desde entonces una educación especial, muy distinta, que implica un afán de superación, de esfuerzo, pero a la vez de respeto, de solidaridad.
Entonces, uno se pregunta: con tantos problemas que hay con la educación nacional, cada  vez más desvalorizada, cada vez más discutida, por qué no se implementa una verdadera educación física en los programas educativos?  Es más importante que un chico sepa sumar dos más dos, o que reciba todo el bagaje cultural que implican estas actividades?
Mi recuerdo de toda la etapa de primaria y secundaria, es apenas un día: en un ignoto pueblo de la provincia de Buenos aires, un profesor de educación física, UN DIA, por única vez, nos llevó a las instalaciones de un club. Allí (yo tendría 9 años), nos hizo practicar la mayor parte de las disciplinas: salto en alto, salto en largo, carreras de 100 metros llanos. Yo, flaco, patas largas, corriendo con los chicos de mi edad, no tenía competencia. Enojado, entonces, porque no tenía gracia, le pedí que me dejara correr con los más grandes. Y lo hizo, por supuesto, y es prácticamente el único recuerdo que guardo de todos esos años. Y eso que la actividad física nunca fue de mi interés posteriormente. Pero… y si lo hubiera sido? Tal vez ese día, gracias al ojo avizor de un profesor que sabe apreciar las posibilidades de cada uno, podría haber nacido una gloria del atletismo nacional. O no, pero si seguramente una mejor persona.
Es tan fácil, a esas edades, entusiasmar a un chico, incentivarlo para que, casi sin querer, desarrolle una actividad que, aunque tal vez no le reporte ganancias materiales, si seguramente hará que aprenda a ver la vida de otra manera, aprenda a relacionarse con sus semejantes de una mejor manera, a ser, en definitiva, mejor persona.

Cabría preguntarse, entonces, por qué a nadie se le ocurre.