Para cualquier mente medianamente avispada hoy día, es
demasiado obvio que la mayor parte de las cosas que vivimos, los argumentos que
escuchamos, aquellas “explicaciones” que se dan para justificar las cosas, son mentiras.
Esta sociedad capitalista salvaje, que exacerba espantosamente el
individualismo, llevando a casi todo el mundo a priorizar asquerosamente SU
conveniencia por encima del derecho y la conveniencia de los demás, hace que la
mayor parte de los pasos que se dan, se basen en la mentira. Para
justificarnos, para no sentir vergüenza, para no admitir que lo que estamos
haciendo NO ES CORRECTO, inventamos argumentos que nos justifiquen
supuestamente a nuestros ojos. Pero esos argumentos son siempre falaces. Nos
los creemos, porque NECESITAMOS convencernos que no estamos actuando mal, pero
la realidad es otra.
Obviamente, las mayores mentiras provienen de los sectores
dirigentes, de los gobiernos. Así, en nuestro país, se habla de una inflación
anual del 25%. No es ninguna novedad que este gobierno se basa absolutamente en
mentiras, pero lo interesante es saber identificar esas mentiras, saber
encontrarles la verdad, la realidad. Veamos: los índices de inflación SIEMPRE
son mentira. No por ejemplo en un país medianamente estable, con un nivel
general de vida satisfactorio, con pautas de estabilidad creíbles, y sobre
todo, con la gran parte de la población que pueda considerarse incluida dentro
de ese nivel de vida. En nuestros países subdesarrollados, con grandes
cantidades de población por debajo de los estándares medios, con la mitad de la
población desocupada o con empleos precarios, que no contemplan los derechos
básicos de los trabajadores, ese índice de inflación es absolutamente falso.
Por qué? Porque los índices de inflación se miden contemplando AQUEL nivel de
vida medianamente estable. Pero aún allí, en esos países más estables, hay un
margen de población que no cuenta dentro de esos índices. Aunque sea menor, a
veces casi insignificante, existen, pero no son tomados en cuenta. En nuestros
países, utilizando los mismos índices, pero con la mitad de la población que no
cuenta con ese estándar de vida medianamente aceptable, lo que se deja afuera,
es la mitad de la población, por lo que ese índice es una mentira absoluta. En
nuestros países, la inflación REAL no se puede medir tomando en cuenta un
estándar medio de vida, porque más de la mitad de la población, no está
incluido en esos estándares. En nuestros países, la inflación se debe medir
tomando en cuenta lo niveles más bajos de vida. Más claro: Voy a comer un plato
de fideos; normalmente, un plato de fideos debería llevar además, salsa de
tomates, con cebolla, zanahoria, varios condimentos, tal vez hasta unas nueces,
etc, queso. Si tomamos cada uno de los elementos por separado, los fideos
aumentaron tanto, las cebollas tanto menos, las nueces nada, el índice de
inflación dará, por ejemplo, un número bajo. Pero para aquel que no puede
satisfacer sus necesidades básicas, o que apenas puede hacerlo, todo se reduce
a lo básico. Y en este caso, lo básico son los fideos. Después, si podemos, le
agregaremos algo de salsa, con tomate y alguna cebollita a lo sumo, y si
tenemos suerte, queso. Bien, en este caso, la cruda realidad es que los fideos
aumentaron, en el año, un 100%. ESA es
la REAL inflación para la mayor parte de la población. A esa gente no le
interesa, ni le afecta que aquella cosa superflua, o de lujo, haya aumentado
apenas un 15%, y que eso pase a formar parte de ese índice inflacionario falso,
promediando aumentos de cosas que, para ellos, no existen. Para ellos, lo único
que cuenta es lo básico, y aunque no todas las cosas básicas hayan aumentado en
la misma proporción, la REAL inflación, para esa gente, no baja del 50%.
Los comerciantes, los empresarios, a la hora de hablar de
aumentos de sueldos, esgrimen también ese índice inflacionario. Todos sabemos
que ese índice es mentira, pero… cuando la mentira nos conviene, la
transformamos en verdad. Todos sabemos que este gobierno se basa en mentiras,
pero, cuando esas mentiras nos convienen, nos favorecen, las convertimos en
verdad.
Eso no quiere decir que lo sean. La mentira es siempre la
mentira.
Pero esto también se extiende a la mayor parte de nuestros
pasos, de nuestro quehacer. Yo estaciono acá porque me es más cómodo, no me
importa si molesto, si esta prohibido o significa un estorbo para otro que
tiene tanto derecho como yo. Yo puteo si caminando por la vereda piso caca de
perro, pero… cuando saco a pasear mi perro, no me preocupo si ensucia la
vereda, es problema de otro. Si en este lugar pusieron cartel que dice “no
pasar”, y a mí me resulta más cómodo pasar por acá que tener que desviarme un
poco, paso por acá, el derecho del otro no me importa en lo más mínimo.
Así vivimos, y sobre todo en lo más cotidiano, si alguna vez
intentamos hacer notar a alguien que está cometiendo una falta, o que está
avasallando mis derechos… difícilmente obtengamos una rectificación. Lo
natural, lo más común, es negarlo, ofenderse, reaccionar agresivamente.
Así vivimos. Rodeados de mentira, y sobre todo, aplaudiendo y
aceptando la mentira.