jueves, 31 de diciembre de 2015

Balance

Llega fin de año y generalmente nos da por hacer balance. Para quienes cumplimos años cercanos a la fecha, la casi necesidad es más imperiosa aún. Y viendo un año cargado de sinsabores, de desesperanza, de temor incluso por el futuro, paradójicamente, siento en lo personal un crecimiento gigantesco. Mis convicciones profundas muy poco tienen que ver con la política, es obvio que la política no le soluciona la vida a nadie (salvo a los que se aprovechan de ella) pero, valga nuevamente la paradoja, es gracias a la política que siento ese crecimiento personal. Porque es a través de la política y sus derivaciones en la vida diaria, y en la forma de actuar y de pensar, donde uno desnuda más abiertamente sus verdaderas convicciones personales. Más allá de frases rimbombantes o discursos elaborados, o incluso repeticiones ciegas de discursos adquiridos, el apoyar esto o aquello, el negar o desconocer algo, desnudan lo que verdaderamente piensa cada persona, lo que verdaderamente mueve sus actos, aunque ni siquiera sea capaz de verlo. Las contradicciones más flagrantes se ven con absoluta claridad en lo que cada uno sostiene políticamente, lo que uno verdaderamente es, más allá de lo que manifiesta. Y en algunos casos, es muy fácil advertir esto. Personalmente, me resulta casi natural. Y  un año tan convulso y tan difícil, me ha servido para poder ver detrás de las máscaras de muchos. Algunos, para borrarlos definitivamente, porque son nefastos y hasta a veces ni siquiera lo saben.  Otros, aunque buenas personas y con buenas intenciones, tienen en el fondo un resentimiento intrínseco, una ceguera pre juiciosa que los hace bastante inaceptables.  Y otros que, aún siendo coherentes y hasta mostrándose siempre solidarios y buenas personas, en el fondo, muy en el fondo, terminan razonando sólo de acuerdo a su conveniencia, por encima de la de los demás, o de lo general. Y es bueno conocer eso, aunque sigan siendo buenas personas.
Ya a principio de año vislumbre (como unos cuantos) cuál sería el final de lo que estábamos viviendo. Eso no me hace un “iluminado” (como se creía Steve Jobs, personaje al que tantos lloraron y veneran, cuando en verdad era un sinvergüenza), sino alguien que, fuera de circunstancias de momento y convicciones propias, es medianamente capaz de analizar la realidad más allá de sus deseos y convicciones. Y es que el despropósito que estábamos viviendo, la destrucción sistemática, solo tenía una salida, y no podía ser del mismo signo-partido (aunque los ladrones no tienen partido en verdad). Entonces, sólo había una alternativa posible, ya que las otras era sabido que nunca podrían llegar. Una alternativa sobre la cual yo mismo tenía algunas reservas, y ni siquiera voté. Pero puesto a analizar aún por encima de esas reservas, advertía caminos que incluso podrían llegar a observar hasta ciertos místicos o hablantes de la boca para afuera de caminos  superadores .  Y la primera diferencia que encontré entre mis reservas y las denostaciones de quienes demonizaban esa alternativa, fue aún más reveladora para mí : las reservas tenían que ver con lo económico. Y ciertamente que todos tenemos derecho a ganar mejores sueldos, a tener mejores cosas, etc.  Pero eso no es lo más importante. Cuando priorizas por sobre todo esa cuestión, tu escala de valores está ciertamente trastocada.  La mía no. Hay muchas cosas que están por encima de lo económico, y en este momento estaban en juego. Y en definitiva, con lo económico, hagan lo que hagan unos u otros, para nosotros, no demasiadas cosas van a cambiar. Tal vez sí, con el tiempo, con trabajo, pero hoy había otras cuestiones más esenciales para una vida mejor, más ordenada, más prolija, más respetuosa de las leyes.
Y así me encontré yo, anarquista desde que tengo uso de razón, pero no delirante, no viviendo en una nube de pedos, sino en la realidad, donde sé que el anarquismo es la última de las utopías, apoyando lo que en definitiva menos quisiera, pero más necesario es si ese mundo utópico al que aspiro no es posible: la ley, las instituciones, el respeto a los distintos poderes. Y riéndome y peleando contra aquellos que, sobre todo enceguecidos por su billetera, cuando no por ideas trasnochadas de supuestas “luchas” que sólo indican su odio, no sus convicciones, negaban y atacaban esa alternativa. Y cada ataque, cada comentario, cada análisis tendencioso que hacían estos, más y más desnudaban sus verdaderos principios, su verdadera falta de respeto a aquello que más necesitamos en estos momentos.  Y más y más reafirmaban mis creencias.
Esto está lejos de envanecerme con respecto a los demás, porque justamente si algo me han criticado siempre lo que me quieren bien, es que me doy poca importancia, que debería valorarme más y darme mayor importancia. Pero esta visión, es siempre “con respecto a los demás”, y para mí no es cierta., no sirve. La propia valoración debería ser siempre y exclusivamente con respecto a uno mismo, y en eso puedo estar tranquilo.
Con los años, uno va pensando y sintiendo la necesidad de saber qué es lo que deja para los demás, que ejemplo puede brindar. Y este crecimiento que siento hoy en día me llena de tranquilidad. Y me hacen sentir capaz de seguir molestando por mucho tiempo.
Ojala que tengamos un año más vivible, y que podamos desterrar al menos a los que lo hacen menos .