LO INASIBLE DEL ARTE
Mi primer encuentro con el cine de Ingmar Bergman no pudo
haber sido peor. Fue en 1975, cuando se vio acá “Escenas de la vida conyugal”.
Con 15 años y, aunque ya había empezado hace rato a ver cine serio (las
toneladas de wensters spaghetti y policiales baratos fueron un
precalentamiento), me emboló tanto que salí puteando en arameo antiguo! Por años no quise saber nada de ir a ver otra
suya! Al final cedí, mi paladar ya estaba un poco más aguzado, y me encantaron
varias posteriores. Pero el salto fue cuando se cumplieron 30 años como
director. La sala Leopoldo Lugones del San Martin programó un ciclo de 30 de
sus películas. Habré visto unas 20 allí. Cuando terminó el ciclo, me dije: “Tendría
que volver a ver todo el buen cine que vi. Este tipo es un genio.” Me cambió
absolutamente la manera de ver cine.
Pero lo gracioso es que, trabajando en ese entonces en un
local de la estación de subte Tribunales, en el puesto de al lado trabajaba una
pareja que también iba a verlas. Casi nunca coincidíamos en los días, entonces,
un día llegaba yo y les decía: “No sabes la que dieron ayer!”. Otro día
llegaban ellos y: “Ah, la que vimos ayer es de las mejores!” y así. Lo curioso
del caso es quela Lugones preparaba excelentes programas sobre sus películas, y
en este caso estaba armado con comentarios del propio Bergman sobre sus
películas. Y resulta que ibas a ver una que según él había hecho por contrato
con la compañía, y para vos, había sido mejor que la anterior que había hecho
por decisión suya! Y así varias veces.
El arte, el verdadero arte, es inasible. Cada uno puede tener su propia visión y apreciación. Ni el propio autor puede asegurar fehacientemente que esta obra suya es mejor que la otra. Pero el verdadero arte perdura. Dicen que sobre gustos no hay nada escrito, y es relativamente cierto. Alguien puede decir que no le gusta el cine de Bergman, pero no que es una porquería. Será una porquería para aquel que no está capacitado para apreciar artísticamente una obra, pero esa opinión será válida sólo para él , aquel que tenga un cierto criterio ni la tendrá en cuenta. Obviamente, después puede ver la obra y coincidir que no le gusta, pero seguramente no dirá que es una porquería.
El arte, el verdadero arte, es inasible. Cada uno puede tener su propia visión y apreciación. Ni el propio autor puede asegurar fehacientemente que esta obra suya es mejor que la otra. Pero el verdadero arte perdura. Dicen que sobre gustos no hay nada escrito, y es relativamente cierto. Alguien puede decir que no le gusta el cine de Bergman, pero no que es una porquería. Será una porquería para aquel que no está capacitado para apreciar artísticamente una obra, pero esa opinión será válida sólo para él , aquel que tenga un cierto criterio ni la tendrá en cuenta. Obviamente, después puede ver la obra y coincidir que no le gusta, pero seguramente no dirá que es una porquería.
El arte es inasible. Pero no es para todos.