Llega fin de año y generalmente nos da por hacer balance.
Para quienes cumplimos años cercanos a la fecha, la casi necesidad es más
imperiosa aún. Y viendo un año cargado de sinsabores, de desesperanza, de temor
incluso por el futuro, paradójicamente, siento en lo personal un crecimiento
gigantesco. Mis convicciones profundas muy poco tienen que ver con la política,
es obvio que la política no le soluciona la vida a nadie (salvo a los que se
aprovechan de ella) pero, valga nuevamente la paradoja, es gracias a la
política que siento ese crecimiento personal. Porque es a través de la política
y sus derivaciones en la vida diaria, y en la forma de actuar y de pensar,
donde uno desnuda más abiertamente sus verdaderas convicciones personales. Más
allá de frases rimbombantes o discursos elaborados, o incluso repeticiones
ciegas de discursos adquiridos, el apoyar esto o aquello, el negar o desconocer
algo, desnudan lo que verdaderamente piensa cada persona, lo que verdaderamente
mueve sus actos, aunque ni siquiera sea capaz de verlo. Las contradicciones más
flagrantes se ven con absoluta claridad en lo que cada uno sostiene
políticamente, lo que uno verdaderamente es, más allá de lo que manifiesta. Y
en algunos casos, es muy fácil advertir esto. Personalmente, me resulta casi
natural. Y un año tan convulso y tan
difícil, me ha servido para poder ver detrás de las máscaras de muchos. Algunos,
para borrarlos definitivamente, porque son nefastos y hasta a veces ni siquiera
lo saben. Otros, aunque buenas personas
y con buenas intenciones, tienen en el fondo un resentimiento intrínseco, una
ceguera pre juiciosa que los hace bastante inaceptables. Y otros que, aún siendo coherentes y hasta
mostrándose siempre solidarios y buenas personas, en el fondo, muy en el fondo,
terminan razonando sólo de acuerdo a su conveniencia, por encima de la de los
demás, o de lo general. Y es bueno conocer eso, aunque sigan siendo buenas
personas.
Ya a principio de año vislumbre (como unos cuantos) cuál
sería el final de lo que estábamos viviendo. Eso no me hace un “iluminado”
(como se creía Steve Jobs, personaje al que tantos lloraron y veneran, cuando
en verdad era un sinvergüenza), sino alguien que, fuera de circunstancias de
momento y convicciones propias, es medianamente capaz de analizar la realidad
más allá de sus deseos y convicciones. Y es que el despropósito que estábamos
viviendo, la destrucción sistemática, solo tenía una salida, y no podía ser del
mismo signo-partido (aunque los ladrones no tienen partido en verdad).
Entonces, sólo había una alternativa posible, ya que las otras era sabido que
nunca podrían llegar. Una alternativa sobre la cual yo mismo tenía algunas
reservas, y ni siquiera voté. Pero puesto a analizar aún por encima de esas
reservas, advertía caminos que incluso podrían llegar a observar hasta ciertos
místicos o hablantes de la boca para afuera de caminos superadores . Y la primera diferencia que encontré entre mis
reservas y las denostaciones de quienes demonizaban esa alternativa, fue aún
más reveladora para mí : las reservas tenían que ver con lo económico. Y
ciertamente que todos tenemos derecho a ganar mejores sueldos, a tener mejores
cosas, etc. Pero eso no es lo más
importante. Cuando priorizas por sobre todo esa cuestión, tu escala de valores
está ciertamente trastocada. La mía no.
Hay muchas cosas que están por encima de lo económico, y en este momento
estaban en juego. Y en definitiva, con lo económico, hagan lo que hagan unos u
otros, para nosotros, no demasiadas cosas van a cambiar. Tal vez sí, con el
tiempo, con trabajo, pero hoy había otras cuestiones más esenciales para una
vida mejor, más ordenada, más prolija, más respetuosa de las leyes.
Y así me encontré yo, anarquista desde que tengo uso de
razón, pero no delirante, no viviendo en una nube de pedos, sino en la
realidad, donde sé que el anarquismo es la última de las utopías, apoyando lo
que en definitiva menos quisiera, pero más necesario es si ese mundo utópico al
que aspiro no es posible: la ley, las instituciones, el respeto a los distintos
poderes. Y riéndome y peleando contra aquellos que, sobre todo enceguecidos por
su billetera, cuando no por ideas trasnochadas de supuestas “luchas” que sólo
indican su odio, no sus convicciones, negaban y atacaban esa alternativa. Y
cada ataque, cada comentario, cada análisis tendencioso que hacían estos, más y
más desnudaban sus verdaderos principios, su verdadera falta de respeto a
aquello que más necesitamos en estos momentos.
Y más y más reafirmaban mis creencias.
Esto está lejos de envanecerme con respecto a los demás,
porque justamente si algo me han criticado siempre lo que me quieren bien, es
que me doy poca importancia, que debería valorarme más y darme mayor
importancia. Pero esta visión, es siempre “con respecto a los demás”, y para mí
no es cierta., no sirve. La propia valoración debería ser siempre y
exclusivamente con respecto a uno mismo, y en eso puedo estar tranquilo.
Con los años, uno va pensando y sintiendo la necesidad de
saber qué es lo que deja para los demás, que ejemplo puede brindar. Y este
crecimiento que siento hoy en día me llena de tranquilidad. Y me hacen sentir
capaz de seguir molestando por mucho tiempo.
Ojala que tengamos un año más vivible, y que podamos
desterrar al menos a los que lo hacen menos .